|
Psicofármacos
Los primeros
medicamentos de este tipo fueron creados en los años cincuenta. Fueron
los neurolépticos, de gran utilidad para aliviar a
personas con psicosis y esquizofrenia, permitiéndoles en muchos casos
llevar una vida casi normal, sin tener que estar internados. Pero lo que mejora las condiciones de vida de ciertas personas puede
estar contraindicado para otras que sufren males menores que los
citados. De este modo, se recetan neurolépticos también a personas con
ansiedad o con depresión. Por supuesto que se les tapa sus síntomas,
pero a un alto precio, porque al dejarles sin dopamina activa no se sienten
motivados por nada, tienen grandes problemas para la creación intelectual y no
presentan la normal búsqueda del placer que se da en todos los seres
vivos, incluido, por supuesto, el sexual. Dicho en términos
más sencillos, se les ha quitado las ganas de vivir.
Hay gran cantidad de marcas de neurolépticos en nuestras
farmacias. Curiosamente, a pesar de su potencial de intoxicación se
venden sin necesidad de receta médica por no considerarse psicotropos
peligrosos. Los más clásicos son la clorpromazina, el
haloperidol y el sulpiride. Con los más modernos se intentan aminorar los efectos
secundarios sobre la neurotransmisión, pero siempre afectan a la
dopamina, con lo que se producen los problemas señalados más arriba.
Hablemos de los psicofármacos
más utilizados, los tranquilizantes benzodiazepínicos. Las benzodiazepinas son los tranquilizantes por
antonomasia por haber desplazado a todos los demás fármacos de estas
características, incluyendo a los barbitúricos cuando el problema es
el insomnio (culpables de muchas muertes por ingestión de fármacos,
algunas accidentales, otras por voluntad propia). Tienen la ventaja de
que hay que tomar una dosis muy grande para que resulten tóxicos, pero
dejar de usarlos tras un largo periodo de consumo producirá un
síndrome de abstinencia más suave que el del alcohol, pero más
fuerte, en la mayoría de los casos, que el de la heroína. La persona a
la que le son recetados suele sentir en los primeros días de uso una
especie de paz desconocida para ella. Con el tiempo, se toman, no para
sentirse bien, sino porque el no tomarlos hace sentirse mal. Para el fin
que nos ocupa, los efectos a la hora de rendir intelectualmente
consisten, sobre todo, en una dificultad progresiva para
recordar cosas (amnesia), en una ralentización de los
reflejos, en un embotamiento generalizado, y en una indiferencia
emocional que al principio es deseada, pero que luego pasa factura,
puesto que está probado que se recuerdan mejor los conocimientos y
hechos a los que va asociado algún sentimiento, por lo que si nuestra
emotividad está bloqueada se pierde el incentivo para recordar
cosas por asociación.
Conclusión: utilizarlos sólo durante cortos periodos de tiempo, cuando
sean totalmente necesarios. El rendimiento intelectual desminuye
considerablemente mientras se están tomando. Es mejor acudir a algún
remedio menos agresivo, como por ejemplo las plantas tranquilizantes
como la valeriana, passiflora, melisa, azahar, amapola californiana,
espino blanco, etc. Ayuda también bastante practicar relajación, sobre
todo el entrenamiento autógeno de Schultz, el cual no sólo relaja,
sino que con la práctica se llega a conseguir un estado de
autohipnosis que es aprovechado para formularse propósitos que se
desean conseguir. Algunos dirían que se aprovecha que el cerebro está
en estado alfa para autoprogramarse mejor.
Citando
algunos suplementos naturales, el magnesio reduce el nerviosismo y la
ansiedad, lo mismo que el calcio, que también ayuda a dormir. La
lecitina, rica en colina, de la cual se extrae la fosfatidilcolina,
precursor directo de la acetilcolina, ayuda a relajarse y a concentrarse
y memorizar. También ayuda, por supuesto, la práctica regular de algún
deporte, preferentemente aeróbicos: bicicleta o correr.
Junto a las
benzodiazepinas, los psicofármacos más utilizados, tendencia que va
aumentando, son los antidepresivos.
No queremos perdernos en
cuestiones farmacológicas y sí más bien atenernos a lo que nos
concierne, el
rendimiento intelectual. Los antidepresivos son anticolinérgicos, es
decir, dificultan la acción de la acetilcolina, el neurotransmisor
encargado de la concentración, memoria, relajación, etc. Por ello,
perjudican las actividades intelectuales. Algunos de ellos pueden producir ansiedad,
así que será más difícil todavía concentrarnos.
Otros pueden provocar sedación y somnolencia, tampoco
demasiado beneficiosas, como es lógico suponer.
El
efecto secundario más perjudicial a la larga consiste en que todos ellos pueden producir una
desensibilización e incluso destrucción de los receptores de los
neurotransmisores, por lo que cuesta bastante dejar de tomarlos después
de un largo periodo de uso. Algunos estudios indican que esos receptores
vuelven a la normalidad con el tiempo y otros indican lo contrario, así
que no se conoce todavía con exactitud el daño que pueden causar a largo plazo. La
explicación es fácil de entender: si se aumenta el tiempo de contacto
entre un neurotransmisor y sus receptores, éstos se acomodarán a la
nueva situación y tenderán a la baja. La toma de un antidepresivo,
excepto en algunos pocos casos, no hace nada por aumentar la producción de
ese neurotransmisor, así que si en algún momento se suprime su uso
podemos encontrarnos ante un desastre
neuronal por la razón que hemos expuesto.
Otro efecto secundario
bastante molesto es una especie de bloqueo emocional, precisamente lo que se
busca al principio, pero que después resulta perjudicial. A nivel puramente
físico, se manifiesta en una pérdida de sensibilidad sexual en
varones, que lleva a eyaculación retardada o impotencia.
Conclusión: si están
con la "depre", intenten localizar la causa. Si se trata de
algo externo, seguramente se sentirán mejor si cede lo que hizo
comenzar ese estado de ánimo bajo. No tomen antidepresivos a la ligera.
Si ese acontecimiento externo que hizo aparecer el problema persiste
mucho tiempo, entonces es cuando puede verse perjudicada la biología
cerebral, y ahora sí que hablaremos propiamente de depresión. Para evitarlo,
les recomendaría acudir a remedios menos agresivos, más
naturales y prácticamente sin efectos secundarios. El hipérico, tan de
moda ahora, es una buena ayuda. El ginkgo
biloba es también de utilidad. También parece lógico tomar
los aminoácidos precursores de los neurotransmisores: L-Triptófano
para la producción de serotonina, siempre con el estómago vacío y al
menos media hora antes de comer; varias dosis pequeñas repartidas
durante el día si lo que se desea es combatir la depresión, una dosis
más grande antes de dormir si se padece insomnio, siempre empezando con
dosis mínimas que se aumentan progresivamente, y L-Tirosina para la
producción de dopamina y noradrenalina, también con el estómago vacío,
dos o tres veces al día, y nunca por la noche, puesto que dificultaría
conciliar el sueño.
Puesto que hemos
hablado de deportistas en artículos anteriores, debemos señalar que
existen dos fármacos prohibidos por los reglamentos de control de
dopaje de las federaciones deportivas que mejoran las depresiones producidas por un problema con la
dopamina: la selegilina y el amineptino. Pueden mejorar el rendimiento
intelectual, sobre todo a la hora de conseguir una mayor creatividad,
pero son perjudiciales a largo plazo por la misma razón que los
antidepresivos convencionales.
Para terminar
diremos que, si se quiere mantener una buena actividad intelectual a
todos los niveles, es mejor evitar cualquier tipo de psicofármaco. Como es
mejor prevenir, recomendamos llevar una vida sana sin tensiones ni estrés,
factores que producen una excesiva secreción de cortisol, la hormona más
perjudicial de nuestro organismo. Si no podemos evitarlos debido a nuestro
trabajo, deberíamos practicar relajación y por supuesto alimentarnos
correctamente. Si ya nos sentimos mal, podemos acudir a algunos de los
remedios naturales que hemos citado. Tengan en cuenta que los
psicofármacos son drogas en el sentido peyorativo del término, y que sólo
deberían tomarse cuando no queda más remedio y durante breves periodos
de tiempo.
Advertencia
|
|