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Dopaje para actividades
intelectuales
Algunas
personas pueden pensar que el uso de suplementos para las actividades
intelectuales no es de ningún valor, dado que, piensan ellos, los procesos
mentales no pueden ser controlados por medio de la química. Esta
creencia, bastante arraigada en nuestra cultura occidental, cuyo
fundamento es la unión de platonismo y cristianismo, puede no
ser más que un error histórico, y el plantearse las relaciones mente-cuerpo
tan sólo un pseudoproblema alimentado por nuestro lenguaje
cotidiano, que distingue entre entidades y sucesos físicos por un lado,
y mentales
(o espirituales) por otro. El mero hecho de decir "mi cuerpo....."
parece dar a entender que somos alguien que posee un cuerpo, cuando la
experiencia cotidiana parece indicarnos que somos un cuerpo.
Permítanme hablar un
poco de filosofía. Platón fue quien, recogiendo las tradiciones
de las sectas esotéricas, popularizó el concepto de alma inmaterial,
en el siglo -V. El cristianismo antiguo, igual que su origen, el judaísmo,
no creía en ningún tipo de entidad incorpórea. Fue Agustín de
Hipona, el segundo padre de la Iglesia Católica en orden de
importancia después de Tomás de Aquino, quien, por su filiación
neoplatónica antes de convertirse al cristianismo, introdujo en esta
religión la idea de un alma inmaterial, ya en los siglos IV y V. En el
Nuevo Testamento, siempre que se trate de una traducción no demasiado
manipulada, no se habla en ningún momento de alma.
En el siglo XVII,
Descartes habló de la existencia de dos entidades en el ser humano: la mente,
inmaterial, y el cuerpo, material. Aparece así la concepción del
ser humano como un compuesto de un cuerpo totalmente semejante a una máquina,
dentro del cual existe una mente, inmaterial, creada por el dios
cristiano. Es una forma de ver al hombre que se
sigue teniendo hoy día. Así
nació el dualismo (mente-cuerpo, alma-cuerpo o espíritu-materia,
según se quiera) hoy día presente en nuestra cultura, en nuestra
ciencia, en nuestra filosofía, en el sentido común y en las cabezas de
casi todos los occidentales. Por eso, la mayoría, habiendo
recibido una educación cristiana, o por lo menos con la impregnación
de cristianismo que tiene toda nuestra cultura, duda de que un producto
químico pueda influir en un proceso mental.
Las neurociencias
han avanzado muchísimo en los últimos años, y está comprobado que
nuestra conducta, nuestras emociones y nuestros pensamientos son controlados por unas sustancias llamadas neurotransmisores. Su mayor o
menor concentración en el cerebro, y su mejor o peor funcionamiento,
implica contar con un mejor o peor estado de ánimo y con una mejor o peor
actividad intelectual. Los fundamentos del dopaje intelectual (o
cerebral) parten del control de estos neurotransmisores.
Existe
la opción de mejorar la neurotransmisión por medio de sustancias
naturales, no perjudiciales para la salud. Un ejemplo de mejora de la
neurotransmisión es la toma de antidepresivos para aumentar el tiempo
que están en contacto ciertos neurotransmisores con sus receptores. La
mayoría de las veces ese neurotransmisor es la serotonina, la encargada de estabilizarnos.
Pero los antidepresivos, algunos de los cuales
se utilizan para mejorar el rendimiento intelectual, y están prohibidos
por ello por el COI (por ejemplo, el amineptino, el cual aumenta el
tiempo de contacto de la dopamina con sus receptores, con lo que se
consigue un estado de euforia, de agresividad, de ganas de luchar)
tienen todos efectos secundarios.
La opción que
aquí planteamos, y tal es el objetivo de nuestra información, es usar
otro tipo de productos que mejoren los procesos intelectuales con métodos
no agresivos para el organismo. Después de recibir la información, cada uno hará lo que crea más
conveniente, pero lo que no se puede es adoptar la táctica del avestruz
y esconder la cabeza ante todos los avances científicos sólo porque nos
escandalizan moralmente. Siempre habrá sujetos que tengan esa información
y que la usen en su propio beneficio. Y si los demás no la tienen,
competirán en inferioridad de condiciones.
Cantidad
de información inédita sobre drogas inteligentes
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