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Breves:
- La vitamina C
-Las grasas -El
agua
La vitamina C
Muchos
de los problemas de salud que conlleva el consumo de tabaco provienen
del descenso que produce en los niveles de vitamina C en el organismo.
Un
déficit en vitamina C en la mujer embarazada puede resultar en un niño
con un coeficiente intelectual más bajo. Si la mujer fuma durante el
embarazo, el riesgo es aún mayor, ya que reduce aún más su presencia
en el cuerpo de la gestante.
Según
estudios realizados, el consumo de vitamina C eleva en varios puntos el
coeficiente intelectual registrado en baterías de tests. El
beneficio para el ajedrecista y para todo trabajador intelectual que la
ingiere regularmente es, por tanto, evidente.
El
doctor Linus Pauling, dos veces Premio Nobel, recomendaba tomar de 3 a
12 gramos diarios de vitamina C para gozar de buena salud, tener
un cerebro despierto y añadir de 12 a 18 años a nuestra vida. El
propio Pauling tomaba estas dosis y vivió 93 años (1901-94) con sus
facultades mentales casi intactas hasta la muerte.
Las grasas y la salud
Uno de los principales males de nuestro tiempo es el excesivo consumo de grasas en nuestra dieta. Muchas veces nos decidimos por esos alimentos tan apetecibles por su sabor y que tan poco cuesta preparar. Bollos, pasteles, comida rápida, refrescos, dulces, son verdaderas bombas para nuestro organismo, razón por la cual son llamados con justicia "comida basura" ("junk food"). No sólo nos perjudican acelerando nuestro envejecimiento, elevando nuestro colesterol, ácido úrico y presión sanguínea, haciéndonos más propensos a la diabetes y añadiendo kilogramos de grasa a nuestra figura, sino que empeoran nuestro rendimiento intelectual, tan importante para los jugadores de ajedrez.
El alto contenido en grasa de estos productos requiere de una digestión lenta y pesada, la cual roba recursos (aflujo sanguíneo y oxigenación) a nuestro cerebro, además de la sensación de embotamiento que nos invade. Su elevado contenido en azúcares de alto índice glucémico afecta al metabolismo de la glucosa, con altibajos perjudiciales para el funcionamiento de nuestro intelecto: no olvidemos que la glucosa es el único combustible del cerebro, y que si su nivel no es estable nuestro rendimiento se resiente. Sin embargo, hay que señalar que no todas las grasas son malas. Que debamos evitar un exceso de lípidos en la dieta no quiere decir que tengamos que eliminarlas radicalmente, ya que constituyen un principio alimenticio fundamental para el organismo. Así, surge la pregunta: ¿qué grasas son malas y cuáles son buenas?
La respuesta es que, por lo general, las grasas procedentes de animales son nocivas, mientras que las que se extraen de fuentes vegetales son beneficiosas. Decimos "por lo general", porque hay aceites vegetales cuyo exceso puede perjudicar, como el de palma y el de coco. Otro punto importante a la hora de valorar lo que comemos es que, aunque las grasas vegetales son beneficiosas, si un aceite (o grasa) vegetal ha sufrido un proceso de hidrogenación (átomos de hidrógeno añadidos), se convierte en una grasa mala, ya que ahora será saturada. Esto es fácilmente detectable leyendo cuidadosamente las etiquetas que describen la composición de los alimentos: si vemos “aceite vegetal hidrogenado” o “parcialmente hidrogenado” estaremos ante una grasa mala, y lo mejor será abstenernos de consumirla.
Por tanto, el concepto importante que debemos recordar, para saber si una grasa es buena o mala, es su grado de saturación, que depende de los átomos de hidrógeno que contiene. Por eso las grasas saturadas son perjudiciales, y, por el contrario, las grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas son beneficiosas para el organismo.
El
agua
Ahora que llega el verano, no hay que olvidar el nutriente más
importante, fundamental e imprescindible, mucho más que vitaminas,
minerales, proteínas y carbohidratos: nos referimos al agua.
Nuestro
organismo está compuesto, principalmente, de agua: desde un 60% en los
adultos hasta un 75% en los recién nacidos. Por eso es importante
hidratarse bien, sobre todo en épocas de calor, cuando aumenta la
transpiración y existe riesgo de deshidratación.
Beber una
cantidad adecuada de agua cada día no sólo es necesario para la salud,
sino también para el rendimiento intelectual, ya que nuestro cerebro es
un órgano muy sensible, que pronto se ve afectado por cualquier
carencia orgánica. Es recomendable ingerir al menos dos litros diarios
de agua, sin contar la que nos aportan los alimentos. En situaciones de
sudoración profusa y de fuerte calor, hay que aumentar la cantidad, según
necesitemos.
También hay
que asegurarse un aporte adecuado de los minerales relacionados con el
equilibrio del agua en el organismo, sodio y potasio, y evitar un exceso
del primero respecto del segundo, fenómeno común en nuestro mundo de
comidas rápidas, cargadas de grasas, sal y azúcar. Sin embargo,
tampoco hay que caer en el extremo contrario y llegar a no consumir nada
de sodio. Lo mejor es llevar una dieta equilibrada, comer de todo y
asegurarse el equilibrio hídrico consumiendo una buena cantidad de
frutas y verduras -ricas en potasio-, poniendo una cantidad moderada de
sal en las comidas, sin excederse, y evitando en lo posible comida
basura como pizzas, hamburguesas y similares.
Para los que
jueguen torneos de verano, una buena forma de conseguir la hidratación
necesaria es llevar a la partida una botella de un litro de agua con
tres cucharadas soperas de fructosa, el zumo de un limón y media
cucharadita (de café) de bicarbonato, y beber de ella cuando se note
sed. Si la sesión va a ser más larga, se puede incrementar la cantidad
de agua (y de ingredientes, proporcionalmente) sin problemas.
Estas notas fueron publicadas en
el boletín informativo de la web de ajedrez Hechiceros del tablero (http://www.hechiceros.net)
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